Y encontró su refugio [Evelyn]

Libros. Su única vía de escape -sin contar con su imaginación-. Josephine pensaba que los libros serían los únicos capaces de llegar a la posteridad, y no creía que existiese algún tipo de ser capaz de vivir eternamente. Tras los libros se escondían personas, ya fuesen inventadas o reales, y sus memorias; también el esfuerzo de esa persona que puso en escribirlo. Y si se esforzó tanto, ¿qué menos que leerlo?

Se adentró cuidadosamente en la biblioteca, procurando no hacer ruido -hay que respetar el sagrado silencio de una biblioteca, ¿no?-. Maravillada por la cantidad de libros y estanterías, se puso a ojear los lomos y sus títulos, buscando alguno que le llamase la atención o tratase algún tema que le fuese útil.

- Se llama biblioteca. Aquí se guardan libros para que sean leídos. Por favor, habla en voz baja -respondió a la joven en susurros.

No había sido precisamente amable, pero le reventaba que alguien hablase así de un lugar tan especial para ella como lo era una biblioteca. Sin más dilación, regresó a las estanterías a seguir mirando los libros.

"¿Me ha confundido con una bibliotecaria...?"

La miró con desconcierto, ladeando levemente la cabeza.

- Creo que me confundes... De hecho, no soy de aquí. Acabo de llegar.

Puede que le estuviese tomando el pelo, pero no tenía ganas de problemas. Así que siguió con lo suyo en busca de algún libro.

Cerró de golpe el libro que por fin había cogido. Suspiró profundamente para tranquilizarse, aunque no le sirvió de mucho. Agarró el libro con firmeza y fuerza usándolo a modo de pelotita antiestrés.

- Ten cuidado. "No juzgues a un libro por su portada", ¿nunca lo habías oído? -la miraba intensamente, como si pudiera fulminarla con la mirada. En el último segundo antes de ignorarla, una media sonrisa se coló en sus labios.

- Un placer conocerte. Pero haz el favor de volver cuando hayas madurado. Aquí sólo hay sitio para gente que usa el intelecto para cosas útiles -respondió elegantemente y con una sonrisa cordial en su rostro.

Tomó asiento en la mesa más cercana con un libro más en mano que había cogido mientras hablaba, ambos de geología.

- Son signos de la experiencia, la sabiduría y madurez. Tú, al contrario, aún estás muy verde. Cuando crezcas lo entenderás.

Había decidido finalmente ignorarla. Buscaba en el índice de uno de los libros algo muy en concreto, ya que casi no reparaba en la mitad de los títulos.

Le lanzó una mirada cómplice, divertida, al comprobar que su táctica de ser educada y modosita seguía funcionando tan bien como siempre. Enseguida volvió a sumergirse en el libro, leyendo cada palabra, devorándola. Para Josephine pocas cosas había en este mundo tan fascinantes como los libros. Y quien los insultase, no era digno de llamarse "persona".

- Hasta pronto -acto seguido se mordió el labio para aguantarse la risa. Estaba mal visto carcajearse de alguien en su cara, ¿no?